viernes, 26 de junio de 2009

Política engañosa


Se acerca el 2011. Falta muy poco para tener que comprar mis congrechinas y mi nuevo Presimiente.
Este proceso me aburre, siempre es lo mismo. Cada cinco años ocurre lo clásico. Todas las empresas que producen congrechinas y presimientes salen a ofrecer sus marcas prometiendo de todo: salud, seguridad, respeto, cobertura a nivel nacional, línea de atención al cliente —donde escucharán todos mis reclamos—, etc. Todo. Claro, nos venden sus beneficios de la forma más tradicional (televisión, radio, prensa escrita, paneles e Internet) y ahora se han modernizado y hasta BTL hacen (parapente, bicicleteadas y otros). Además, ofrecen sus productos y marcas en todo tipo de programa televisivo posible. Desde noticieros hasta programas cómicos. En fin, recibimos tanta información que nos complican la decisión.

Al final, muchas veces terminamos escogiendo nuestros congrechinas y presimiente porque el empaque era más bonito o porque tuvo más exposición en los medios.
Sin embargo, el resultado casi siempre es el mismo. Las empresas nos venden gato por liebre. Basta que pasen unos meses para poder percibirlo. El precio mensual de los congrechinas sube, muchos de ellos nos enferman o intoxican y la cobertura y atención no es a nivel nacional, sino que se queda en Lima y a ciertos niveles. Y ni hablar de los presimientes, los cuales velan por los intereses de su empresa y no por el de sus consumidores.
Es decir, recibimos cada cinco años pura publicidad engañosa.
Que lástima que con este tipo de productos no podamos quejarnos ante organismos como INDECOPI o ASPEC.
O tal vez deberíamos crear un ADECCOP (Asociación de Defensa al Consumidor frente a Congrechinas y Presimientes)
Tal vez eso haría que las empresas no se dediquen a engañarnos. O haría que al momento de hacer algún reclamo por un producto en mal estado nos lo cambien: como el congrechina que compramos salió defectuoso, o nos enfermó, nos deben dar uno nuevo. Eso sí sería un éxito. Creo que sería la forma más efectiva para obligar a las empresas a mejorar sus procesos de selección y de control de calidad. De esa manera minimizaríamos el riesgo de tener que soportar 5 años a congrechinas y presimientes de mala calidad.
¡Pero qué me pasa! Creo que volé demasiado. Este organismo no existe, y tal vez no exista nunca. Y entonces, ¿qué hago?
Bueno, he decidido que voy a cambiar mi actitud frente a esta compra. Me voy a informar más antes de comprar mis congrechinas y presimiente. Evaluaré no solo las características que dicen tener, sino que trataré de corroborarlo con su historial. Es decir, si el presimiente que puedo comprar anteriormente mató a 6000 consumidores por envenenamiento sabré que no es el adecuado. Además, seré más responsable y no me dejaré llevar solo por el empaque o la publicidad tan bonita que tienen. Haré un análisis de costo-beneficio frente a las características reales de los productos. Y finalmente, comprometeré a otros con mi forma de pensar. Porque en la medida que más personas le dediquen más tiempo y análisis a esto, será mayor la probabilidad de tener un producto exitoso que satisfaga a la mayoría.
Obvio que todo esto sería más sencillo si los medios pusiesen su granito de arena, destapasen las debilidades de estas marcas, y fuesen más objetivos a la hora de promocionarlos.
Pero bueno, ya que eso no pasa, solo con el compromiso por hacer las cosas bien, podremos tener un presimiente y congrechinas a la altura de lo que los consumidores necesitan.

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